Entre los últimos días de octubre y los primeros de noviembre la colonia Tres Cruces, del municipio de Guadalupe, en Zacatecas, se convierte en un gran espacio que alberga una de las máximas expresiones culturales de México, el Día de los Muertos. Apenas te acercas a las inmediaciones de los panteones de Herrera y la Purísima y el olor a cempasúchil invade el ambiente, los comerciantes piden a gritos que los transeúntes les compren alguno de los productos que ofertan.
Caminas un poco más y el olor a enchiladas se mezcla con el de incienso, mandarinas, nueces, dulces de calabaza, los camotes frescos saludan a todos los que pasan con sus pieles rosadas, apenados de los curiosos que los toman entre las manos preguntando su precio. El Día de Muertos se compra, se vende, se ríe y se llora, cada uno lo hace diferente.
Unos pasos mas adelante una señora vende cruces y coronas que hace con sus propias manos, los materiales brillan bajo la luz del sol, un niño que pasa las ve con curiosidad, no pregunta nada… tostadas de ceviche, tacos dorados, nieves de cajeta, vasos llenos de horchata y hasta gorditas llenas de un guiso de carne de puerco frijoles se venden en la entrada a los panteones, donde miles de zacatecanos se acercan para visitar a quienes bajo tierra yacen.
El panteón de la Purísima dicen que es el de los ricos; allí poca gente se ve caminando entre las lápidas o sentados frente a ellas, algunos curiosos caminan tomando fotos con sus teléfonos celulares, platican bajito y ríen fuerte. Un par de policías municipales se acercan a una tumba que presume un ángel que extiende sus grandes alas en el viento, se paran y toman algunas fotografías… siguen dando su rondín.
Más al fondo, del mismo panteón, llaman la atención dos personas; una señora y una joven que parece ser hija de la primera, más llama la atención “How deep is your love” de The Bee Gees, que rompe el silencio, que moja los ojos de la señora que esconde su tristeza bajo un par de lentes oscuros. La música sale de un teléfono móvil, puedo adivinar que era alguna de las canciones favoritas de la persona muerta que visitan las dos mujeres.
Vuelvo los pasos atrás, regreso al bullicio de la calle, de los comerciantes, de las personas que calman su hambre sentados, comiendo frente a las grandes letras que anuncían “Panteón de Herrera”.
Apenas unos pasos adentro hay fiesta, música, personas entran, salen, recorren los pasillos cargando arreglos florales, coronas de flores, veladoras, cubetas de agua para limpiar las lápidas; escobas y palas también se ven en las manos de señores y señoras que bajo el sol de la tarde limpian tumbas.
Para que no me olvides… para que no me olvides ni siquiera un momento y sigamos unidos los dos, gracias a los recuerdos, salía de una pequeña bocina, sobre una tumba, a la vez que un señor lloraba bajito, de repente fuerte. Sentí tristeza, supe por qué pero no cómo esconderla, rara cosa es la muerte, lloramos mientras escuchamos música.
La piel se erizó. Cientos de tumbas de niños, tumbas con rehiletes, globos, juguetes, osos de peluche y hasta cobijitas saltan a la vista, los ojos se posan sobre ellas, la tristeza invade los corazones.
El Día de Muertos es una fiesta o al menos eso parece, pero la tristeza y el vacío no se esconden, esos están presentes a cada minuto y los ojos de quienes van al camposanto a visitar a sus difuntos no lo pueden negar; la fiesta está en la calle.
Más allá suena el mariachi, una familia canta frente a una tumba, con cerveza en mano atraen las miradas de los que pasan cerca, cantan a gritos con la voz desafinada, pero con el corazón lleno de sentimiento, eso es fácil saberlo. Conforme cae la tarde y se acerca la noche los pasos se apresuran a la salida, las tumbas poco a poco se quedan solas, ya no hay tantas personas caminando, conversando y riendo, recordando…
La música calló, las calles se van quedando solas, los puestos de enchiladas apagan sus hornillas, y el cempasúchil que no se vendió regresa en grandes camionetas, los muertos esperarán un año más para volver… Para que no me olvides, ni siquiera un momento.
Por: Señor Estéreo