
La historia reciente del Vaticano ha tomado un giro profundamente latinoamericano y entrañable. El recién electo Papa León XIV —el primer pontífice nacionalizado peruano— ha nombrado como su secretario personal a Edgard Iván Rimaycuna Inga, un joven religioso oriundo de Chiclayo, Perú. Se trata de un cargo estratégico, reservado solo para personas de la más absoluta confianza, pero esta vez no solo se trata de confianza: se trata de una historia compartida.
Desde 1903, el secretario papal ha sido una figura clave dentro de la maquinaria vaticana: una especie de sombra silenciosa que organiza, cuida, gestiona y acompaña. Pero Rimaycuna no es solo un eficiente colaborador, sino un testimonio vivo del lazo profundo entre el Papa y Latinoamérica.

Su vínculo con León XIV, antes conocido como el “padre Roberto” —Robert Francis Prevost—, nació en 2006 en el Seminario Mayor Santo Toribio de Mogrovejo en Chiclayo. Allí, un joven con vocación y un sacerdote con visión comenzaron una travesía espiritual que hoy los encuentra en la cima de la Iglesia Católica.
Este nombramiento no solo representa un gesto de cercanía cultural y afectiva con América Latina, sino también un mensaje poderoso para el mundo: el nuevo Papa mira hacia el sur global con cariño, con memoria y con compromiso.


No en vano, en su primera aparición pública, León XIV rompió el protocolo para saludar en español a su diócesis chiclayana, sellando su cercanía con el pueblo que lo acogió y formó.
Rimaycuna, que se preparó en Roma en el prestigioso Pontificio Instituto Bíblico y recientemente sirvió en Liguria, Italia, encarna más que una eficiencia institucional: representa la continuidad afectiva de un pontificado que respira en español, que no olvida sus raíces y que confía en quienes caminaron junto a él desde los días más humildes.

En un tiempo en que el liderazgo global busca humanidad y autenticidad, el Vaticano parece haber dado un paso adelante al designar a un joven peruano como custodio diario del tiempo, las decisiones y la voz del Papa.
En el corazón del Vaticano, hay ahora un acento latino y un espíritu fraterno que nos representa. Una noticia que llena de orgullo no solo a Perú, sino a toda América Latina.